martes, 14 de septiembre de 2010

Piensa en mí cuando nazca

Nacemos y crecemos en una sociedad egocentrista que contempla el embarazo y el nacimiento desde la perspectiva de la mujer. Durante la gestación, la mayoría de las veces, la mujer es tratada desde diversos ámbitos como una enferma o incluso como una discapacitada. Más tarde se compadecerán de ella por los dolores de parto a los cuáles tendrá que enfrentarse inevitablemente. Ya concluido éste, a los "pobres" padres les esperan largas noches en vela haciendo frente a los "insufribles llantos del bebé". Tras todo esto, se da comienzo a las rabietas, lloriqueos, pataletas, caprichos, desafíos, y un largo etcétera.
Pero en todo este proceso... ¿se tienen en cuenta los sentimientos del recién no nacido primero y del bebé después?, ¿alguien repara en cuáles pueden ser sus necesidades y, lo más importante, si se le corresponde con una correcta atención?, ¿entiende alguien lo complejo y misterioso que resulta la creación de una vida en el seno de una madre?, y lo afortunadas que tenemos que sentirnos por ser las elegidas para llevar a cabo tan maravillosa experiencia. ¿Alguien piensa en lo duro, a la vez que placentero, que resulta para el recién nacido ese momento tan crucial en su vida, el momento en que es alumbrado?,...
Hace años que se viene advirtiendo de la espantosa tecnificación de los nacimientos. La tecnología médicocientífica está muy bien para cuando realmente sea necesario, pero como rutina habría que dar paso a las leyes que rigen la naturaleza, pues al fin y al cabo, gracias a ella, y no a la ciencia o la medicina, le debemos la vida. Pero con frecuencia se nos olvida que es la MADRE naturaleza la que nos permite estar donde hoy estamos, porque gracias a ella es posible la concepción, la gestación, el alumbramiento, el desarrollo de la vida y finalmente la muerte. Y en cambio, las embarazadas y parturientas acabamos dándole las gracias al médico que "nos ha sacado a nuestro retoño" por tan magnífica labor. No sé en qué pensamos... Pero, ¡es que no nos damos cuenta que sin ellos también pariríamos! Y más tranquilas, más confiadas y seguras, más serenas, centradas en nuestra tarea (parir) y no en respirar como dicta el médico o la enfermera, en sonreir cuando nos dicen que "lo estamos haciendo muy bien", o en empujar según las indicaciones de los profesionales. Nosotras parimos, porque estamos diseñadas para parir, y esa es nuestra misión en la vida, hacer procrear la especie. Así que ya es hora que empecemos a identificar dónde estamos y reconocer nuestra función, que por supuesto, conlleva una responsabilidad, la de hacernos protagonistas de nuestros propios partos, por nuestros hijos y por nosotras. Por evitar someterlo y someternos a riesgos con el uso (o abuso) de drogas para calmar los famosos dolores (dolores para los que estamos preparadas per se para parir, pues sin esta condición la especie JAMÁS habría podido evolucionar. ¿O acaso hace 3.000 años existían anestesistas, obstetras, epidurales, fórceps y todo tipo de artilugios que se "sobreusan" hoy día?), para acelerar el parto simplemente porque algunos tienen prisa (¿por ir a atender otro parto?)
En el año 1981, en su libro La vida secreta del niño antes de nacer, el Dr.Thomas Verny, obstetra y psiquiatra perinatal, escribía:
"[...] Lo vemos a través de los ojos de la madre y es su alegría la que despierta nuestra simpatía. Suponemos que el niño no siente nada, que es un espectador inocente del acontecimiento. Lisa y llanamente, esto no es verdad. Para su madre y su padre, su nacimiento puede representar un recuerdo imborrable, la satisfacción de un sueño de toda la vida; sin embargo, para el propio niño es algo mucho más trascendental, un acontecimiento que se estampa en su personalidad. Su modo de nacer (doloroso o fácil, tranquilo o violento) determina en gran medida su futura personalidad y cómo verá el mundo que le rodea. Tenga cinco, diez, cuarenta o setenta años, una parte de su ser siempre mirará el mundo a través de los ojos del recién nacido que una vez fue. Por ese motivo, Freud denominó "emociones primarias" al placer y al dolor que acompañan el nacimiento. Ninguno de nosotros logra escapar totalmente a su influencia.
Para comprenderlo nada mejor que intentar ver el nacimiento a través de los ojos de un niño."
Pág. 98.

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