miércoles, 8 de septiembre de 2010

También la desgracia se hereda, Joan Garriga para La Vanguardia

“También la desgracia
se hereda”

Joan Garriga

Tengo 46 años. Nací en Bellpuig. Codirijo a los 30 psicoterapeutas del
Instituto Gestalt. Tengo dos hijos, me he separado dos veces: dos
experiencias valiosas para poder ayudar a mis pacientes. Creo con san
Agustín que Dios es más yo que yo mismo y con Hellinger que no sólo
las personas tienen alma y conciencia, también las familias.

Aquella señora era feminista...

–Posición muy respetable.

–Sin duda, pero además sufría
aversión a los hombres hasta
el punto de sufrir una grave
disfunción sexual. Al tiempo, se creía emancipada
de su familia y sus padres.

–¿Y no lo estaba?
–Nadie puede construir su destino al margen
de su constelación familiar. Aunque no
lo sepa, usted cumple las leyes sistémicas...

–Por ejemplo.
–No hay amor más ciego que el de un hijo.
Los descendientes asumen las culpas de los
ascendientes de una manera incondicional,
por eso también la desgracia se hereda. Aquella
feminista y yo investigamos juntos su
constelación familiar. Su abuela enferma había
sufrido el acoso sexual de su abuelo y,
con él, continuos embarazos que siempre
acababan en abortos o bebés muertos.

–Eso no es culpa de la nieta.

–¡Sí! ¡Ella la asumió! Todos asumimos por
amor y aun de forma inconsciente las culpas
de nuestros ascendientes, de forma que todo
amor, odio, abuso, altruismo permanece en
la constelación familiar: nada se pierde. Todo
vuelve a emerger y por eso, aun dos generaciones
después de aquellas violaciones, la
nieta rechaza la sexualidad masculina.

–He visto cómo trataba a esa señora cuyo
padre había abusado de ella... Emocionante.

–Déjeme que le explique por qué hemos
representado su constelación familiar.

–Adelante.
–Nosotros tenemos conciencia individual.

–Nadie lo discute.
–Pero es muy limitada: sólo se orienta a
asegurarnos un lugar en los sistemas de relación.
También existe una conciencia de nuestra
constelación familiar.

–Entonces cada familia tiene conciencia.
–Sí, pero una constelación familiar es mucho
más amplia que una familia.

–¿A quiénes incluye?
–Su constelación familiar no sólo incluye
al parentesco genético, sino también a todas
aquellas personas vivas o fallecidas con las
que le unen lazos de amor o con las que se
vincula por relaciones de sexo o violencia.

–Eros y Tánatos.
–Vida y muerte más allá del bien y del
mal, porque los descendientes son leales a
sus ascendientes. En su constelación familiar,
además de sus padres y antepasados, están
los abortos, los muertos, las violaciones,
los hijos secretos, los emigrados, los amantes
y los ex amantes.

–Eso parece el metro en hora punta.
–Es intrincado, sí. Usted tal vez no sepa
que tuvo un hermano que murió, pero la conciencia
de su constelación sí y usted actuará
aun sin saberlo para restablecer el equilibrio
que causa esa pérdida. Hellinger, el gran investigador
de la conciencia sistémica, explica
que esas emociones trascienden su propia
generación y son heredadas por los descendientes.
Sus amores de hoy también los gozarán
y sufrirán sus nietos.

–Deme ejemplos.
–A veces, las madres hacen que un hijo represente
en la constelación el papel de un ex
del que aún están enamoradas.

–¿No podré librarme nunca de mis ex?
–Si sus vínculos afectivos fueron profundos,
no. Permanece en su constelación y forman
parte del alma familiar del sistema y
van a condicionar a todos sus miembros.

–¿Y cómo confortar a aquella señora destrozada
por los abusos de su padre en su niñez?

–Ayudándole a que descubra. Hay que conocer
y aceptar, sólo así todos encuentran su
lugar y su reconocimiento, su amor, en la
constelación familiar. Es el equilibrio.

–¿Perdonar?
–Asumir. Piense que la mayoría de nuestros
pensamientos consideran estérilmente
cómo “deberían ser” las cosas. Se trata de reconocerlas
como son y aceptar su existencia.

–Otro ejemplo...
–Unpaciente, tras dos intentos de suicidio
y una grave conducta autodestructiva, quiso
saber por qué no quería vivir.

–¿?
–Su madre había muerto en su parto y él
creía estar en deuda con su madre y quería
de forma inconsciente “devolverle” el favor.

–¿Comprendió su error?
–Al reconocerlo, sí. Aceptó que su madre
le había dado la vida con todas sus consecuencias
y que, si él se la quitaba, convertiría
en estéril el sacrificio de su madre. Así, él
aceptó la vida que le dio su madre y se recuperó
el equilibrio en la constelación.

–¿Y cómo descubren esos misterios?

–Representamos la constelación.

–¿Cómo?
–De entre los voluntarios del grupo de terapia
el paciente elige a quienes representan a
los miembros de su constelación.

–¿Todos pueden representar a todos?
–Sí, pero sólo es necesario encarnar a los
familiares cruciales en su problema.

–¿Y cómo descubren ese problema?
–Está en esa conciencia universal. Se produce
un salto alógico y ese voluntario que hace
de actor experimenta así las mismas tensiones
que su personaje en la constelación.

–Por ejemplo.
–Unactor elegido para representar a un padre
empezó a sentirse mal y encogerse angustiado
y retorcerse sin saber por qué.

–¿Por qué sufría tanto?
–Porque ese padre había sido hemipléjico
de un accidente y sufría horriblemente.

–Parece magia.
–Es la vida. Situamos a los actores representando
en un espacio simbólico las relaciones
de la constelación y allí el paciente empieza a
descubrir, asumir y aceptar para recuperar su
lugar en el sistema y con él el equilibrio.

E N F A M I L I A
Soy mucho más que yo. Soy
mis padres y los padres de mis
padres y también sus hijos
nacidos y no nacidos y sus
amantes y toda su vileza o su
nobleza. En la voz sabia y
antigua del doctor Hellinger
me reconozco como me reconocí
con muchos de ustedes en los
Buendía de García Márquez, en
los Buddenbrook de Mann, en
los Karamazov de Dostoievsky
en mi modesta saga familiar
como en la de los dioses,
semidioses y parientes de la
tragedia griega o gitana. Si
queremos saber quiénes somos,
hay que mirar genes atrás con
puro afán de conocimiento.
Contemplo una sesión de
terapia de Garriga y me
emociono. Veo llorar a quienes
no querían saber y a quienes se
descubren durante sesiones de
ocho horas que alcanzan la
intensidad del mejor Sófocles.

Lluis Amiguet

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