lunes, 4 de octubre de 2010

¿Por qué pegamos a nuestros hijos?

En centros comerciales, en parques, en la calle, y en la invisibilidad de nuestros hogares, miles de niños indefensos, aturdidos y desamparados son pegados continuamente por sus padres. En todas partes, y en cualquier momento. Se trata de un hecho que no atiende a clases, posiciones, profesiones, lugares, culturas, horas, o incluso situaciones. Cualquier momento y, sobretodo, cualquier excusa es suficiente para atizar la típica bofetada o cachete a un niño pequeño, y muchas veces incluso a un bebé. Y no estoy hablando, por supuesto, de lo que "habitualmente" entendemos por malos tratos, aquellas palizas atroces que dejan a los niños hospitalizados, portada de todos los medios de comunicación, y en ocasiones, muy desgraciadamente hasta en la tumba. No. Me refiero a la típica bofetada o "palmada" en el culo, que ya es hora que empecemos a ponerle nombre, también son mal trato. Porque el mal trato no se mide por la intensidad de la acción violenta empleada hacia el otro, ni por el pretexto que siempre encontramos para justificar dicho hecho. El mal trato se mide por el hecho en sí mismo, es decir, por el hecho de "emplear violencia hacia otro", en cualquiera de sus manifestaciones (física, psíquica, moral, emocional), en cualquier grado, intensidad, o duración. No por pegar "una simple bofetada" soy menos maltratador que alguien que atiza una brutal paliza.
Podríamos pensar si esa "simple bofetada" nos la diera nuestro marido o nuestro padre (ya siendo adultas) o nuestra madre, simplemente con la coartada de "no haberles hecho caso" "haberles desobedecido". En fin, el panorama sería muy diferente...
Pero claro, los niños no nos pueden reprochar, ellos no se pueden defender, y en ellos vertimos toda nuestra ira, rabia y frustraciones contenidas a lo largo del día.
Creo que per se no hay ninguna madre o padre que quiera hacer daño a sus hijos, ocurre que creemos ingenuamete que contribuimos a un bien, al bien de educarlos y "encarrilarlos". Y con ello a veces incurrimos en el fin justifica los medios. Sin darnos cuenta, inconscientes y, por encima de todo, ignorantes. Porque todo aquel que es capaz de emplear la violencia, cualquier tipo de violencia, es ignorante. Alguien cegado por la imposibilidad de su ser, alguien que no ve más allá de los horizontes que delimitan su propio campo de visión, alguien, en definitiva, egoísta.
Nos hacen falta dosis de paciencia, algo más de tiempo, desarrollar las capacidades de escucha y empatía que TODOS llevamos dentro pero que a algunos nos limitan la vida. Necesitamos hablar, dialogar, conversar, y tomar conciencia real de lo que hacemos, pensamos o sentimos. Lo necesitan nuestros hijos. Hagámoslo por ellos.

Núria i Josep

1 comentario:

  1. Todo esto me parece estupendo y además, es bien cierto. Sin embargo, os voy a hacer una comparación con nuestro candidato a la moncloa ya que estamos próximos al 20-N, don Mariano Rajoy, el cual da la solución del desempleo y la crisis diciendo que hay que crear empleo (empatía), así los trabajadores pagarán sus impuestos (diálogo), también pagar deudas (tomar conciencia) y así construir el bienestar (hagámoslo por ellos). Perdón por mi ignorancia, pero creo que la fórmula todos nos la sabemos; lo que hace falta es conocimiento de los medios para llegar a esa solución que todo el mundo quiere. Al menos hablo por aquellos padres que cuando alguna vez hemos dado un bofetón sabemos que nos lo estamos dando a nosotros mismos y no somos capaces (aunque muchos seamos maestros, profes, docentes, pedagogos... del ramo educacional) de luchar no contra nuestros hijos sino contra el "establishment" continuo de bombardeo de información del "yo quiero..." y del "yo tengo que tener para ser como..." y de que que se les haga creer que sus derechos son sus deseos cuando hay una inmensa diferencia entre estos conceptos. Esta sociedad a la que pertenezco, pero de la que no me siento orgulloso y a la que no he puesto nada de mi parte para que así sea (de hecho todo lo contrario, trato de modificarla obviamente sin éxito al menos aparente), tiene todas las de ganar con su principal slogan-mentira del no-esfuerzo y del gasto por el gasto. Entonces tratamos de establecer nuevos (o mas bien antiguos) valores como el esfuerzo, respeto (por las personas tengan lo que tengan y por las cosas que ya tenemos y nos ha costado obtenerlas), ahorro, constancia, ser persona, honestidad y un largo etc que ya no están en la lista de preferencias de muchas familias. Y sí, yo soy un padre activo, el cual ha ido a cursos para padres, aparte de ser docente, pero es que nuestra pequeña parte de información, diálogo, conversaciones, abrazos, caricias, explicaciones, besos es nada para ellos comparado con la otra gran y continua avalancha que reciben. Pobres ellos que verán la realidad en unos años con extrañeza e incredulidad, viendo que no es realmente como había sido hasta aquel momento; y sólo nos quedará a los padres el consolarles y seguir apoyándoles a pesar de habérselo repetido incontables veces. Por tanto, pido por favor el que se deje de machacar a los que "machacan" y nos pongamos todos el mono de faenas, porque hay mucho por hacer. Yo lo llevo puesto desde hace muchísimo tiempo, pero es cierto que a veces con éxito (hacer tablas-informes de las mejoras en sus horas de estudio y así motivarles a que pueden mejorar aquella asignatura que tienen atravesada o si ayudan en casa se les premia horas extra de consola) y otras con fracaso (gritar y faltar el respeto a su madre, hacer vaga en casa o no ir a clase porque no te gastas 300€ en la última PlayStation que toooooodo sus amigos tienen).
    Bueno, ahí queda eso. Es simplemente una opinión más que no quiere decir que sea la idónea o correcta, simplemente una más. Por si he sido ambiguo: no estoy de acuerdo con ningún tipo de mal trato, pero a veces los padres NO lo SABEMOS llevar mejor. Y este escrito de Núria i Josep no contesta la pregunta del título ni tampoco explica cómo solucionar el no ser maltratador. Gracias!

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