viernes, 27 de agosto de 2010

Muerte en la cuna, por Laura Gutman

Después de una breve pausa cuelgo este artículo de Laura Gutman, especialmente dirigido a las nuevas mamás, para disipar los miedos y ayudar a aclarar los procesos. Porque, una vez más, se pone en claro que confiando en el curso natural de la vida podemos apartar del camino muchas dificultades.
En nuestra experiencia personal, durante varios meses después del nacimiento de Josep dormía siempre (y digo siempre, toda la noche inclusive) boca abajo encima de mi pecho. Hasta que un día, sin necesidad de hacer absolutamente nada, él solo comenzó a dar señas de querer yacer dormido en la cama, por supuesto, junto a mí. Y así dormimos siempre, felices, juntos su padre, él y yo, con la teta y el contacto con mi cuerpo a su plena disposición. Y aún hoy, tras 13 meses, hay días que dormimos algún ratito de la misma manera, él boca abajo estirado encima de mi pecho, y gozamos con el amor que nos prodigamos.

Núria i Josep
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Muerte en la cuna


Cuando se desparrama la noticia por la “muerte súbita” de un bebé, el miedo a lo impredecible y la falsa aseveración de que esa posibilidad es “aleatoria” -es decir que le puede ocurrir a nuestro bebe en cualquier momento- se apodera de nosotros, con la idea fortuita de que dependerá de la buena o la mala suerte que tengamos.
Sin embargo las cosas no son así. La “muerte súbita” está mal nombrada. Tendríamos que llamarla “muerte en la cuna”. Para ser más exactos, habría que denominarla: “muerte en la cuna mientras está solo.”. No hay bebes sanos que mueran súbitamente en brazos de una persona maternante. Discutir si es mejor hacerlos dormir boca arriba o boca abajo, refleja la espantosa ignorancia que los occidentales compartimos sobre el universo de los bebes. Lo único a investigar es si los bebes duermen solos o si duermen en contacto completo y absoluto con otro cuerpo humano.
Toda cría de mamífero de cualquier especie sabe que no puede ni debe estar sola, porque queda expuesta a los depredadores. El bebe humano sabe exactamente lo mismo, por eso usa sus dos principales herramientas para su supervivencia: el llanto y la succión. Ahora bien, si después de llorar y llorar y llorar, ningún adulto acude a salvarlo...porque “tiene que acostumbrarse a dormir solo”, aparecerá la resignación y la dolorosa certeza de saber que está solo en este mundo. Luego, en su afán por ser amado, reclamará presencia y contacto corporal de múltiples maneras: enfermándose, llorando en momentos inadecuados, lastimándose, no aumentando de peso, deprimiéndose…hasta que una noche…en medio de un profundo silencio, decide no despertar más.
¿Y qué hacemos los hombres y las mujeres decentes y bien pensantes? Le decimos a la mamá que vuelva a trabajar pronto, que sea fuerte, que no afloje, que no se rinda, que la queremos, que sea valiente, que se ocupe de sí misma, que tenga garra, que luche, que siga adelante.
Mientras expulsemos a todas las madres del recogimiento y el silencio de la maternidad y mientras sólo las reconozcamos en los ámbitos públicos o exitosos, seguiremos siendo todos responsables por cada bebe que decide partir, harto de soledad, quietud y frío.

Laura Gutman