martes, 14 de septiembre de 2010

¿Atendemos a nuestros hijos desde sus necesidades o... desde las nuestras?

Transcribo unas líneas extraídas del libro Libertad y límites, de Rebeca Wild, pedagoga alemana, que en 1977 fundó junto a su marido Mauricio Wild un centro educativo para preescolares, escolares y adolescentes llamado El Pesta, en reconocimiento al célebre pedagogo suizo Johannes Heinrich Pestalozzi. Desde entonces tiene escritos varios libros donde aborda la educación como un proceso libre, al que se ha de permitir desarrollar con respeto, sin dirigir desde fuera. Numerosos estudios avalan sus afirmaciones, y a ellos remite continuamente en sus libros: véase Maturana H., Varela F.J., Montessori M., Lacey J. y Lacey B., Sheldrake R. Todos ellos coinciden en que "todo organismo se hace a sí mismo" en su interacción libre a la vez que limitada con el medio. Y todo intento de enseñar o adoctrinar, desde fuera, da lugar a la modelación de personas de acuerdo a unos estándares o patrones sociales comúnmente establecidos, pero restan o anulan todo atisbo de personalidad, originalidad, creatividad.

Núria i Josep
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"Después de todos los años de una educación que impone a los niños limitaciones y obligaciones para que ellos "de adultos tengan una vida mejor" supone una gran decepción tener que aplazar esta esperanza hasta la jubilación o hasta que los hijos se vayan de casa. Por tanto, no es de extrañar que a veces hay personas que quisieran recuperar su infancia o su juventud en una época en la que su etapa de vida actual requeriría hacer algo por su entorno que tenga un real sentido. O que cojan por los pelos toda oportunidad para liberarse de sus responsabilidades, al menos provisionalmente, para dedicarse a la búsqueda del sentido de la vida.
Es frecuente que en tales circunstancias, el cuidado de los niños se convierta en una carga, aun cuando el recién nacido sea recibido en un ambiente festivo. El deseo de satisfacer las necesidades propias choca con las tareas que deben realizarse no sólo durante todo el día, sino hasta de noche. Esta contradicción se suaviza en una sociedad "progresista", pues las instituciones sociales en parte les libran a los padres de tener que cuidar a sus hijos. Este delegar el cuidado de los niños a otras personas puede que no siempre tenga su orígen en un apuro verdadero. Hay bastantes madres que prefieren pasar ocho horas delante del ordenador, o pasar tiempo hablando por teléfono, antes que quedarse en casa con sus hijos. En una sociedad en la que los niños no son la prioridad, esta contradicción entre los deseos y los objetivos de los adultos y las necesidades infantiles está cada vez más marcada y puede poner en peligro el desarrollo de la nueva generación. Cuando los padres desean recuperar su juventud, puede suceder que interpreten al idea de educación por medio de la actividad autónoma, de tal forma que los niños "se las apañen ya sin los viejos (padres)". De esta forma, los adultos tienen una coartada para dejar solos a los niños y para dedicarse libremente a sus propios intereses y necesidades."

Libertad y límites, pág. 175 y 176, Wild R.

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